¿Agua o vino primero en la mesa? Consejos para seguir la etiqueta en la cena

El vino es una bebida muy apreciada en muchos países del mundo debido a su sabor, aroma y propiedades nutritivas. Sin embargo, al momento de servirlo, puede surgir una pregunta muy común: ¿qué se sirve primero, el agua o el vino? En este artículo, vamos a responder a esta pregunta y explicar lo que dicta el protocolo del vino.

La importancia del protocolo en el vino

El protocolo es un conjunto de reglas o normas que rigen la conducta social en situaciones formales. En el mundo del vino, el protocolo es muy importante porque define cómo se debe servir, catar y beber el vino en distintas situaciones. El objetivo del protocolo es favorecer una experiencia placentera para todos los comensales, evitando cometer errores.

¿Qué se sirve primero, el agua o el vino?

Antes de responder a esta pregunta, es importante aclarar que el vino tiene una temperatura ideal para servirlo y degustarlo. Por lo general, los vinos tintos deben servirse a una temperatura entre 16 y 18 grados Celsius, mientras que los vinos blancos y espumosos se sirven más fríos, entre 5 y 10 grados Celsius.

Volviendo a la pregunta, la respuesta clara es: siempre se debe servir primero el agua y después el vino. Esto se debe a que el agua es una bebida neutral que ayuda a limpiar el paladar y preparar al comensal para degustar el vino. Además, el agua es necesaria para hidratar al comensal durante la comida y aminorar el efecto del alcohol.

Cómo se sirve el agua y el vino

El agua se debe servir en una jarra o botella con hielo y limón, si se desea. El vino, por su parte, se debe servir en una copa adecuada para el tipo de vino que se está sirviendo. Lo ideal es llenar la copa hasta un tercio o la mitad de su capacidad, para que el vino tenga espacio para respirar y liberar sus aromas. Además, al servir el vino, se debe sujetar la botella por el cuello y servirlo con suavidad, evitando que la botella toque la copa.

La importancia de las copas de vino

Las copas de vino tienen una forma específica que ayuda a potenciar las características del vino. Por ejemplo, las copas de vino tinto tienen un tazón más grande y ancho que las copas de vino blanco o espumoso, para que el vino pueda respirar y desplegar su aroma y sabor. Además, la forma de la copa también influye en la forma en que el vino entra en contacto con la lengua y las papilas gustativas.

La cata del vino

La cata es un procedimiento que permite evaluar las cualidades sensoriales del vino, como su aroma, sabor, cuerpo y persistencia. Para catar un vino, se debe seguir un protocolo específico que incluye los siguientes pasos:

  • Observar el vino: ver el color, la transparencia, la densidad y las lágrimas del vino.
  • Oler el vino: acercar la nariz a la copa y oler su aroma.
  • Catar el vino: dar un sorbo de vino y moverlo por la boca para explorar sus sabores y texturas.
  • Evaluar el vino: emitir un juicio sobre las cualidades sensoriales del vino y su calidad.

El maridaje del vino

El maridaje es el proceso de combinar el vino con los alimentos para crear una sinergia de sabores y aromas. El maridaje puede seguir varias reglas generales, como elegir vinos tintos para carnes rojas y vinos blancos para pescados y mariscos. Sin embargo, también se puede experimentar y combinar distintos vinos con distintos platos para descubrir nuevas armonías y profundizar la experiencia gastronómica.

El vino como patrimonio cultural

El vino no solo es una bebida, sino que también es un patrimonio cultural de la humanidad. El vino ha sido producido y consumido durante milenios en todo el mundo, y ha inspirado la creación de numerosas obras de arte, música, literatura y cine. Además, el vino es una fuente de identidad regional y nacional, y refleja la diversidad y riqueza de las culturas humanas.

Epílogo

En definitiva, servir el agua antes del vino es una norma protocolaria que se sigue en todo el mundo para garantizar una experiencia placentera durante la comida. El vino es una bebida compleja y rica en matices, y su protocolo de servicio, cata y maridaje puede ayudar a descubrir nuevas facetas del vino y enriquecer la experiencia gastronómica. El vino es, además, un patrimonio cultural que conecta a las personas con la historia y la tradición, y que merece ser valorado y apreciado en su justa medida.

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